El 15 de julio del año 2013 tenía lugar, en el salón de actos de Santa María del Conde, la presentación de mi libro: Los Caballeros de doña Blanca y la Muy Esclarecida y Antigua Cofradía Orden Militar de Nuestra Señora del Carmen, fundada en Molina de Aragón. Daba finalización así a tres años de trabajo, que me habían llevado a conocer las diversas leyendas surgidas alrededor de la misma. Creo que nunca mejor el irlas señalando para conocimiento general. Son las siguientes:
Lo primero que me llamó la atención –después de leer y revisar todos los papeles habidos en su archivo- es que ninguno de los apellidos de los apellidos de los Cabaleros de doña Blanca existentes en 1738 apareciera en estos documentos, principalmente en el Libro I de Actas y en la Protestación de Fe. ¿Cómo era posible si, como se venía manteniendo hasta el último momento, fueron ellos los fundadores? Sencillamente, porque serían los Carmelitas Descalzos quienes instituyeran la Esclavitud Militar: llegaron a Molina el 17 de febrero de 1739, fundaron la Hermandad el 15 de mayo siguiente de 1740 –así consta en la Protestación de Fe-, y se marcharon entre los años 1745-1746 a Calatayud con el mobiliario y los enseres que tenían en la casa-hospicio anexa a la ermita. Fue, pues, a suya un estancia breve. La razón de tal abandono era otra de las incógnitas que se han mantenido hasta hoy día en la población, pero ahora conocemos que habiéndose suscitado pleito en el Consejo Real, sobre si habían de ser hospicio o convento, cesaron en la fundación; también las dificultades que la curia eclesiástica de Sigüenza les había puesto años antes, para tomar posesión del legado pío dejado por don Antonio Velázquez, fueron muchas. Sobre si se llevaron con ellos algunos papeles que impidieran conocer el origen de la Hermandad me preguntaba cuáles, porque en el archivo quedaron la Protestación de Fe (como primer documento) y las Ordenanzas.
El 15 de mayo de 1740, en consecuencia, tiene lugar documentalmente la fundación de la actual Hermandad bajo el título de Esclavitud Militar del Carmen. Todos los autores sin excepción, siguiendo la obra de don Luis Díaz Milián, consignan que para ello se reunieron 64 individuos, pero en la relación de los mismos existente en la Protestación de Fe tan sólo aparecen 63. Consideraré que el primero o el último sería el carmelita fray Bartolomé de San Miguel. Muchos de los apellidos de estos primeros Esclavos no son molineses sino castellanos, catalanes, valencianos, murcianos, andaluces y extremeños, lo que me reafirma esa gran diversidad en la idea de que pudiesen formar parte de una guarnición que estuviese por entonces acantonada en la población. Esta aclaración es muy importante porque el uniforme adoptado no deja de ser el que usaba el ejército español a principios del siglo XVIII, como he tenido ocasión de comprobar en estampas antiguas que se conservan. Y desde el mismo momento de la fundación se organiza la forma de mando definitiva que se mantiene en la actualidad (antes Estado General y hoy Plana Mayor), con sus jefes, oficiales y soldados, Bandera y estandartes, para la consecución de un fin: el culto a la Virgen del Carmen. Las Ordenanzas expresan conceptos tales como “todos los militares alistados o que se alisten”, y “práctica que use el ejército”. En 1787 se admitirán a los niños como cadetes.
No será hasta el 29 de marzo de 1750, diez años después de la fundación, cuando se comiencen a dejar constancia escrita de las reuniones. Algún autor ha querido ver en esta ausencia un motivo para considerar que los Carmelitas llevaron con ellos algunos papeles cuando se marcharon, pero yo no soy de esa opinión. Para mí resulta evidente que comenzaron a redactar las actas desde el mismo momento en el que obispado aprobó las Ordenanzas, que lo fueron el 2 de junio de 1749, cuando ya los Carmelitas hacía tres años que habían abandonado Molina. Tengo ejemplos de lo que digo para demostrarlo: el Cabildo de los Santos Reyes, con título de San Juan de Arce, tenía hechas sus Ordenanzas aunque no confirmadas por el ordinario ni por la justicia de Molina, y no tendrían secretario que firmara sus actas hasta que no obtuviesen la aprobación.
Otro asunto oscuro a destacar lo constituyen las Bulas o documentos pontificios expedidos por la cancillería papal. Suelen llevar un sello de plomo pendiente o ser éste en papel pegado al documento. Dos son las que están documentadas en la Hermandad bajo el título de Bulas: la de privilegios, gracias espirituales e indulgencias de 1745 expedida por fray Luis Lachio, prior general del Monte Carmelo; y la del reverendo padre general de la Orden Carmelitana de 20 de febrero de 1807, por la que se concedía autorización para agregar a la Hermandad Militar otra nueva con el título de “Venerable Orden Tercera de Nuestra Madre María Santísima del Carmen”. Ninguno de los originales se encuentra en el archivo: la primera, extendida en latín y pergamino, se le entregaría al capitán cajero don Zenón Alonso en 1829 para que la custodiase, quien dijo que respondía de ella; la segunda la recogió el Teniente Coronel don Alonso Vázquez en 1807. Nunca fueron devueltas ni fueron tales Bulas: como los padres generales de la Orden Carmelitana no podían expedir Bulas, pienso que bien podían ser las llamadas “Bulas de Composición” o autorizaciones de fundación, que estas sí las daba el comisario general por delegación del Papa. Se confundió el nombre y nos ofuscó a todos.
Como absurdo es afirmar que “La Rueda” pueda ser considerada una reminiscencia heredada de los Caballeros de doña Blanca, ya que estos jamás abonaron cuota de entrada ni participaron en reparto alguno para la celebración de sus festividades, por lo que difícilmente pudieron formar en círculo para que el cajero cobrase las anualidades correspondientes. Tal vez su origen tuvo lugar entre 1773-1783, pero no se puede saber con seguridad porque faltan estas actas en el archivo. Lo mismo se puede decir de la misa en recuerdo de doña Blanca: la Hermandad Militar del Carmen no celebró nunca (por mucho que se empeñara Pedro Pérez Fuertes) aquella que decían los Caballeros en memoria de su señora, fundadora y benefactora; de ella se hizo cargo el ayuntamiento desde la disolución en 1768 hasta su extinción en 1915 por motivo del incendio en la parroquial de san Gil. Ni los Libros de Actas o papeles existentes en el archivo, ni en las cuentas anuales, aparece referencia alguna a este concepto.
¿Por qué se fueron fraguando las diversas leyendas que han llegado hasta nuestros días? Indudablemente algunas lo han sido por el desconocimiento de los hechos históricos, otras para rodear a la Hermandad de una aureola de romanticismo. Nunca, nunca se han llamado los hermanos a sí mismos “caballeros”, hasta la junta general de primero de mayo de 1978 en que es acuñado por vez primera este término en las actas y no por casualidad, ya que días antes los Reyes de España habían visitado Molina y el discurso del alcalde giró precisamente sobre el origen de la Hermandad derivado de los Caballeros.
Durante la Guerra de la Independencia la imagen del Carmen estuvo guardada o escondida en Piqueras y los angelotes en Campillo. Conozco la leyenda que dice que al finalizar la misma fue trasladada procesionalmente hasta Molina. Pero yo preguntaría a los porteadores: ¿es posible hacerlo así cuando Piqueras se encuentra a 35 ó 40 kilómetros y los caminos no eran iguales a los de hoy en día? Ángel El Pichi, cuando se lo comenté, me dicho: “¿pero estás loco?”. Por las primeras cuentas entregadas tras el final del conflicto se sabe que se pagaron 31 reales a dos personas para que la trajesen a Molina, es de suponer que en algún carro o carreta. Es muy posible que se dejara a la entrada del pueblo, en San Francisco, y que desde allí fuese trasladada procesionalmente hasta San Felipe, en once estuvo varios años porque también su ermita había sufrido graves daños por el incendio dl 2 de noviembre de 1810 provocado por el francés.
¿Y qué decir del famoso abanderado Celestino Malo, muerto casualmente el 16 de julio de 1810 en los campos de Cariñena? En una relación de hermanos alistados fechada en 1806 existente en el Libro II de actas no aparece su nombre como abanderado y sí otros, los mismos que encontraremos en otra lista de 1816. Tampoco se encuentra su nombre entre los asistentes a junta alguna o su firma. Lo mismo ocurre con dos hermanos más pertenecientes al Batallón de Voluntarios y que cita Díaz Milián.
Algo parecido sucede con la visita que el rey don Alfonso XIII hizo a Molina el 5 de julio de 1928. El motivo: la inauguración del monumento al capitán Félix Arenas Gaspar. Aunque se ha escrito que la Hermandad Militar del Carmen participó en los actos que se hicieron en su memoria, no se puede admitir la autenticidad de esta afirmación. Ninguno estábamos allí para poder afirmarlo o negarlo categóricamente, es verdad. Sin embargo, nada consta en acta o en las crónicas del momento, ni aparece hermano alguno uniformado en las numerosas fotografías que nos han llegado. Hasta la publicación de mi libro en el año 2013 se desconocía, incluso, que el capitán Arenas hubiese pertenecido a la Hermandad, ya que entró de cadete, con siete años de edad, el 7 de julio de 1897, entregando una vela y 1,13 pesetas por la patente.
Distinto a los anteriores fue el papel desempeñado por la Hermandad Miliar en los actos del traslado y exposición del cuerpo de San Valentín mártir hasta la iglesia de San Pedro. Cuando en el año 2011 publicábamos una breve Reseña histórica referente a la donación de su cuerpo, ya decíamos que habían sido invitados los hermanos para que acompañarlo, como así lo hicieron, vestidos con el honroso uniforme. Al señalar Díaz Milián tres años después pensamos que era un error. No obstante, después llegó a mis manos un libro del que tenía noticias pero no ocasión de consultar a tiempo: Desfile ante el tiempo, cuyo autor es José Antonio Checa Teixidó. En las páginas 8 y 9 este autor presenta copia facsímil de un acta referida a la Hermandad. Tal reunión me era conocida por algunas referencias que habían quedado en los Libros, aunque me fue imposible tenerla en las manos para consultarla porque el original no se conservaba en el archivo durante el mes de junio de 2012, en que lo revisé completamente. Algunas aclaraciones, pues, se hacen precisas: ahora que sabe que los hermanos militares no sólo participaron en el acto con motivo de la colocación del cuerpo de San Valentín en el año 1851, sino que también portaron su urna en las rogativas públicas que tuvieron lugar los días 29 y 30 de septiembre y primero de octubre de 1854 por temor a la invasión del cólera morbo. Durante el sermón es probable que se leyesen los hechos gloriosos y circunstancias de su martirio, sólo así se explicaría que el pueblo conociese que fue un militar romano porque en la Auténtica no se dice nada. Y por qué fue invitada únicamente la Hermandad del Carmen y no las otras cofradías de Molina? Precisamente por esto, porque el santo mártir había sido militar romano y militar es la Hermandad desde su fundación el 15 de mayo de 1940. Todo queda aclarado.
Estas que he referido son las principales tradiciones que se han ido formando con el tiempo alrededor de la Hermandad Militar del Carmen de Molina. Creo que ya era llegado el tiempo de limpiar y fijar cada cosa en su contexto y en su verdad. Sólo así llegaremos a darle el prestigio que se merece, sin falsas leyendas. Aunque, en definitiva, el primer objeto es y siempre será el de tributar a su titular y patrona el culto más solemne que haya lugar.